23 de marzo de 2010

El primer milagro de Jesús

SOLO un día o dos atrás Andrés, Pedro, Juan, Felipe, Natanael y quizás Santiago llegaron a ser los primeros discípulos de Jesús. Ahora van de regreso a su distrito de origen, Galilea. Van a Caná, el pueblo de Natanael, situado en colinas cercanas a Nazaret, donde Jesús mismo se crió. Se les ha invitado a un banquete de bodas en Caná.

La madre de Jesús también ha venido a la boda. Parece que como amiga de la familia de los novios María ha estado atendiendo a los muchos invitados. Por eso, pronto se da cuenta de que algo escasea, y lo informa a Jesús: “No tienen vino”.

Cuando de este modo María en realidad sugiere que Jesús haga algo en cuanto a la falta de vino, al principio Jesús no se muestra dispuesto a hacerlo. “¿Qué tengo que ver contigo, mujer?”, pregunta. Como Rey nombrado por Dios, ni su familia ni sus amistades han de dirigirlo mientras efectúa su actividad. Por eso, prudentemente María deja el asunto en manos de su hijo y simplemente dice a los que están ministrando:

“Todo cuanto les diga, háganlo”.
Pues bien, hay seis grandes tinajas de piedra para agua, cada una de las cuales puede contener más de 40 litros (10 galones). Jesús da las siguientes instrucciones a los que ministran: “Llenen de agua las tinajas para agua”. Y los sirvientes las llenan hasta el borde. Entonces Jesús dice: “Saquen un poco ahora y llévenlo al director del banquete”.
Al director, quien no se da cuenta de que el vino ha sido producido milagrosamente, le impresiona su excelente calidad. Llama al novio y le dice: “Todo otro hombre pone primero el vino excelente, y cuando la gente está embriagada, el inferior. Tú has reservado el vino excelente hasta ahora”.
Este es el primer milagro de Jesús, y el verlo fortalece la fe de los que recientemente han llegado a ser sus discípulos. Después ellos, junto con la madre y los medio hermanos de Jesús, viajan a la ciudad de Capernaum, cerca del mar de Galilea. (Juan 2:1-12.)

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