Oren incesantemente. Con relación a todo, den gracias.”
(1 TESALONICENSES 5:17, 18.)
EL PROFETA Daniel tenía la costumbre de orar a Dios tres veces al día. Se arrodillaba ante la ventana de su cámara del techo, que estaba orientada hacia Jerusalén, y ofrecía sus súplicas (1 Reyes 8:46-49; Daniel 6:10). Aun cuando un decreto real prohibió que se orara a cualquiera que no fuera el rey medo Darío, Daniel no titubeó ni por un momento en continuar con su costumbre. Estuviera su vida en peligro por ello o no, este hombre de oración hacía ruegos a Jehová incesantemente.