16 de marzo de 2010

Prudente, pero firme

Cuando Jesús envió a sus discípulos a predicar, manifestó claramente que ellos habrían de mostrar discreción en lo que dijeran e hicieran. Aunque prometió que estaría con ellos, no habrían de actuar de manera que causara dificultades innecesarias. (Mat. 10:16)



Aun entre ellos mismos, los cristianos deben usar discreción en su habla y acciones para no herirse unos a otros irreflexivamente. (Pro. 12:8, 18) Por lo tanto, es necesario cultivar tacto o prudencia en el trato.


 El tacto o prudencia se define como “discernimiento de lo que es adecuado decir o hacer al tratar con otros,” y el “poder tratar con otros sin ofender.” El ser prudente significa ser lo suficiente agradable al hablar y actuar como para evitar a otros el que se sientan heridos. No queremos causar ofensa por la manera en que decimos y hacemos las cosas.


No obstante, eso no significa que nunca ofenderemos a otros por lo que digamos o hagamos, porque el mensaje mismo de la Biblia es ofensivo a algunos. (Rom. 9:33; 2 Cor. 2:15, 16) Por eso, aunque somos prudentes en el comportamiento, también nos mostramos firmes a favor de la verdad de Dios.

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