12 de febrero de 2010

El amor de Dios al rescate


Cuando Dios creó al primer hombre, Adán, lo puso en el hermoso paraíso de Edén. ¡Qué placer debe haber hallado Adán en la abundancia de amorosas provisiones de Dios que lo rodeaban! Más tarde, Dios formó a Eva y la llevó a Adán.

Sin embargo, triste como sea decirlo, aquel futuro no habría de realizarse, por lo menos no respecto a ellos. Una criatura espiritual rebelde, movida por egoísmo, se apartó del amor de Dios y se convirtió en Satanás el Diablo.

Este Diablo persuadió a Eva, y por medio de ella, a Adán, a ‘hacer lo suyo, ‘hacer lo que quisieran.’ Así, ellos adoptaron un proceder egoísta, en independencia respecto a su Creador. Pero al proceder así mostraron que de ninguna manera merecían el amor de su Creador.

Por eso Dios correctamente impuso la sentencia de muerte a aquellos pecadores voluntariosos. Pero, por su amor a la humanidad, permitió que siguieran viviendo hasta que tuvieran hijos; de lo contrario, nosotros no estaríamos vivos ahora mismo.

Además, aunque la raza humana había heredado el pecado y la muerte de nuestros primeros padres, el Dios amoroso suministró una base para tener esperanza.—Gén. 3:16-23; Rom. 8:20, 21.

El Dios amoroso también declaró que ejecutaría venganza en Satanás y en todos los demás que se hicieran parte de la prole de Satanás al apartarse del amor de Dios.—Gén. 3:15; Rev. 12:9.

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