12 de marzo de 2010

¿Oraciones sin fe?

Jesús era un hombre de oración. Oró en todo momento: cuando fue bautizado (Lucas 3:21), toda la noche antes de escoger a sus doce apóstoles (Lucas 6:12, 13) y antes de su transfiguración milagrosa en la montaña, con los apóstoles Pedro, Juan y Santiago. (Lucas 9:28, 29.) Estaba orando cuando uno de los discípulos le pidió: “Enséñanos a orar”, y entonces les enseñó la oración del padrenuestro. (Lucas 11:1-4; Mateo 6:9-13.)



Oraba solo y durante largo rato temprano por la mañana (Marcos 1:35-39); al atardecer, en una montaña, después de despedir a sus discípulos (Marcos 6:45, 46); con sus discípulos y por sus discípulos. (Lucas 22:32; Juan 17:1-26.) Sí, la oración fue una parte importante de la vida de Jesús.


Oró antes de ejecutar milagros; por ejemplo, antes de resucitar a su amigo Lázaro: “Padre, te doy gracias porque me has oído. Cierto, yo sabía que siempre me oyes; pero a causa de la muchedumbre que está de pie en derredor hablé, a fin de que crean que tú me has enviado”. (Juan 11:41, 42.)


La certeza de que su Padre contestaría aquella oración indica la fuerza de su fe. Esta relación entre la oración a Dios y su fe en él se evidencia en lo que dijo a sus discípulos: “Todas las cosas que oran y piden, tengan fe en que pueden darse por recibidas”. (Marcos 11:24.)

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